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viernes, 13 de junio de 2008

Nota de lector: Fotos-Rodolfo Walsh

Es raro que todas las lecturas del Seminario me hayan resultado placenteras, en realidad no es muy común cuando es algún otro el que elige por nosotros lo que vamos a leer, pero la verdad todo lo que leímos hasta ahora me gustó, y este cuento es el que más me gusta entre los cuentos que vimos. Me pregunté por qué sería que me gustó y creo que básicamente por dos cosas: tiene una construcción muy original desde la forma en que está narrado y la historia (o historias) es muy interesante.

Cuando hice mi reflexión sobre escribir hablé de tener un objetivo al hacerlo y lograr emociones. No sé si acertaré, pero creo que lo que Walsh quiso fue escribir un cuento en base a biografías. Porque cuando terminé de leer tuve la sensación de haber recorrido la vida de Tolosa y su amigo Mauricio (y también sus familias), y me pareció fantástico que eso lo lograra en una síntesis tan buena y con una historia tan entrañable. Y de paso, introduce una discusión sobre el arte y los artistas. Sentí que toda la vida de Mauricio fue como una búsqueda artística, siempre provocador y desafiante, desconforme e inquieto. El debate acerca del arte se desata entre Tolosa y Mauricio cuando éste decide hacerse fotógrafo. Para Tolosa, que su amigo decidiera ser un artista era proponerse algo “exorbitante”, y expone a través de él y su pensamiento lo que probablemente era parte de la ideología imperante. Él se asombra que su compañero de la infancia “que no ha podido aprobar un año del secundario” quisiera dedicarse al arte, como si esta posibilidad estuviese abierta únicamente a las personas que completaron una educación formal. También se plasma algo muy discutido en tantos foros en los albores de la fotografía, como es poner en tela de juicio su entidad como disciplina artística. Sobre esto, Tolosa le dice a Mauricio: “-¿Pero vos qué ponés? Un artefacto mecánico, que no piensa, que no elige. Es como decías vos, apretás el disparador y la cámara hace lo demás. En eso no puede haber arte”. Y en el final de Mauricio, antes de su muerte, su amigo lo describe de manera muy poética: “Anda al acecho tras los bancos de la plaza (…) equilibrista en los faroles, murciélago en el campanario…”, para definirlo finalmente en estas palabras: “Mauricio, que era el rey de la joda, ahora lo llaman: el Loco”. Creí advertir en esta definición una alusión al artista incomprendido que ya no encaja de ningún modo en la vida de un pueblo.

También aprovecha Walsh la ocasión para decir alguna cosa del artista-escritor y de la experiencia de escribir. El capítulo doce es aparentemente la transcripción de un borrador de Tolosa y muestra un momento en el proceso de escritura. Y en el trece se puede leer una parte de una carta de Estela, la hermana, en la que le cuenta que se tomó el atrevimiento de publicar sus versos y la repercusión que tuvieron. Queda el suspenso de si estas vivencias son parte de la historia de Walsh como escritor o simplemente una ficción. Inclusive en la discusión que tienen Mauricio y Tolosa, mencionada anteriormente, el “aspirante a artista” resalta su afición por la escritura y señala (ante una objeción de Tolosa sobre la “captura” de una fotografía): “-¿Y vos no escribís tus versos? Se te ocurre una idea que te gusta y la sujetás para que no se vaya”

Walsh también introduce temas que toca tangencialmente, sin enunciarlos explícitamente. Por ejemplo la relación de Tolosa con su padre, como en la escena del incidente con la tranquera. Asimismo la ideología de su familia que además sirve para identificar la situación política de la época, por ejemplo en alusiones a Perón sin nombrarlo: “Ahora nos insulta por la radio, pero tiene que comprar el trigo afuera…”.

La manera en que está estructurado el cuento es, a mi modesto entender, una verdadera joya. Estos textos a modo de “álbum” en donde van apareciendo distintas escenas (en las que además Walsh salta en el recorrido del relato que se presenta como no lineal, aunque sigue una cronología) se enlazan con uno de los temas de la historia y por supuesto con el título: Fotos. Elige una variedad de formas que van desde comenzar con una descripción que sigue en un diálogo, la transcripción de ejercicios estudiantiles, párrafos de una carta o una entera hasta un comienzo en minúscula, como un relato (lleno de expresiones propias de la oralidad) ya empezado: “fotógrafo del regimiento, no te rías que no es chiste,…”. Hay un capítulo muy corto, el veintinueve, que sólo tiene una transcripción de una noticia social en donde se habla de la graduación de Tolosa en un periódico local (esto se infiere, ya que no hay ninguna referencia). Contrastando con este modo casi “prosaico” como de interferencia de la realidad cotidiana en el relato a través de la prensa, está el brevísimo capítulo once que es pura poesía: “Volvió el tiempo de las ciruelas, y después el tiempo de las uvas…”. Me pareció muy interesante el modo en que describe el paso del tiempo en los primeros capítulos, con comentarios de Tolosa sobre la metamorfosis de Mauricio de niño a adulto, como por ejemplo: “Me había sacado una cabeza de ventaja, pero ésa ya no era su medida…”. Creo que utiliza magistralmente la herramienta del ritmo que nosotros vimos en la narración de Poe, para lo cual además escribimos algo. Un ejemplo podría ser el comienzo del capítulo siete: “Agita una mano y se va. Dobla la esquina y se va. Salta a un carguero y se va. Sonríe: -Chau, Negro”.

También tiene el ingrediente tal vez clásico del cuento en un misterio que queda planteado en mitad del cuento y que se resuelve recién al final. Cuando Tolosa mira una foto de Mauricio, siente algo raro al ver el paisaje y se pregunta: “¿Qué me inquietaba?”, lo cual tiene respuesta en la última parte cuando finalmente aparece el cuerpo del fotógrafo muerto en ese mismo lugar.

1 comentario:

Celia Güichal dijo...

Has realizado una profunda lectura del cuento de Walsh, con líneas de análisis y con hipótesis propias de lectura, es un placer leer tus reflexiones,
saludos,
Celia