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viernes, 12 de diciembre de 2008

Información, vigilancia y control social

Nuestro amo juega al esclavo
De esta tierra que es una herida
Que se abre todos los días
A pura muerte, a todo gramo.
Violencia es mentir.

Carlos Solari (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota)

Información, vigilancia y control social han sido y son grandes preocupaciones en el ámbito de la sociología y la comunicación. Y con el advenimiento de las nuevas tecnologías que han revolucionado al mundo, además, son protagonistas de algunas cuestiones que podríamos catalogar de paradójicas.

En un artículo de Le Mondé de septiembre de este año[1], Jean Marc Manach cuenta cómo, hasta los mismísimos hackers, otrora paradigma de ideales contraculturales y libertarios (por eso sus ingeniosas intervenciones en encriptados sistemas que ellos conseguían vulnerar, sólo por el placer de hacerlo) no escaparon a la vigilancia y el control. Es que, según relata en su nota el mencionado periodista francés, el primer grupo de hackers organizado de ese país, el CHaos Computer Club, en verdad había sido secretamente creado por la Dirección de Vigilancia del Territorio con el objeto de tratar de identificar a los hackers que podrían perjudicar al país o, extrañamente, servirlo. En relación a esto conviene no olvidar que, a diferencia de otras tecnologías que nacen al calor de las necesidades de abrir nuevos mercados, Internet fue durante muchos años un proyecto, y una realidad, no comercial sino fundamentalmente militar. Resulta verdaderamente increíble que estos genios de la informática, que con sus conocimientos no solamente cometían “travesuras” entrando en los sistemas de las computadoras más inexpugnables, sino que además fueron parte de muchas de las innovaciones que dieron lugar al desarrollo de Internet, hayan sido a su vez “jaqueados”. Pero nada de esto es casual, claro. Y creo que de algún modo se relaciona con lo que Foucault llama “nuevo orden interior”[2] . Esto es, el tipo de estrategia de poder que caracteriza a un Estado mediante el cual hay una especie de “desinversión” ya que se pretende economizar el ejercicio del poder, sin ejercer una disciplina exhaustiva (como de hecho fue desde el nacimiento de los gobiernos modernos) sobre cada uno de los individuos. Y la característica principal de este tipo de Estado es la “localización de zonas vulnerables en las que el Estado no quiere que suceda absolutamente nada”. Creo que esto es más que suficiente para probar lo que el Estado francés, y otros de su mismo estilo, han hecho y hacen para procurar “neutralizar” fenómenos como este de los hackers. Este modo de inspección constante y omnipresente es “una especie de movilización permanente de los conocimientos del Estado sobre los individuos”.

Podemos comprobar a cada paso en nuestro diario devenir cómo vigilancia y control social se encuentran estrechamente ligados. Claro está que la “sociedad de la vigilancia” es anterior a la instalación de las nuevas tecnologías, con el registro de datos por parte de organizaciones burocráticas y empresas. Pero su consolidación a través de la técnica es cada vez más notable y, sobre todo, es interesante pensar que la vigilancia de la que hablamos no es únicamente una cuestión de burocracia, sino que tiene una relación directa con la adaptación al control social vigente. Existe en gran parte de la población una especie de “naturalización” de los controles, tanto, que a veces no los sentimos como tales. Minuciosas recopilaciones de referencias a nuestras vidas se recogen, almacenan y procesan en bases de datos informáticas pertenecientes a grandes compañías y departamentos de gobierno. Tal vez porque esos mismos sistemas que nos vigilan son los encargados de garantizar pagos o beneficios sociales, de contener el terrorismo y el narcotráfico, de que podamos votar en las elecciones, etc. es que hay una falta de resistencia y hasta una total aceptación de la vigilancia. Un amplio sector de la población de las sociedades modernas consideran que todo lo mencionado forma parte de logros que contribuyen de modo positivo a la calidad de vida. Para el funcionamiento de lo que Foucault denomina nuevo orden interior es fundamental la constitución de un consenso. La idea es que esa anuencia se logre a través de controles, coerciones e incitaciones a través de los medios de comunicación masiva sin que sea necesaria una intervención directa de las formas de poder institucionalizadas, para evitar el desgaste y ahorrar recursos. Esto resulta en una “autorregulación” que logra que el orden social se autoengendre, se reproduzca y se autovigile, con un supuesto repliegue del poder que en realidad no es tal. Algunos analistas consideran que “la fuerza dominante del control social” es el consumo[3]. Tanto en la obra Un mundo feliz de Aldoux Huxley como en el filme Equilibrium dirigido por Kurt Wimmer se trata de lograr seres conformes al sistema a través de una droga, en lugar de procurar su sumisión como con la orweliana figura del Gran Hermano[4]. Según el análisis de Shearing y Stenning, y en paralelo a estos metafóricos ejemplos de la literatura y el cine, en la sociedad de hoy se intenta el consentimiento y sometimiento al control social por medio de “los placeres del consumo de los bienes que el poder corporativo puede ofrecer”. Resulta curioso cómo reaccionan algunas personas ante la simple decisión de algún ciudadano de la sociedad de consumo de no tener, por ejemplo, teléfono celular. Para entender este punto, resulta esclarecedor el pensamiento de Herbert Marcuse, para quien “…la cultura industrial avanzada es, en un sentido específico, más ideológica que su predecesora, en tanto que la ideología se encuentra hoy en el propio proceso de producción…” “…el irresistible rendimiento de la industria de las diversiones y de la información llevan consigo hábitos y actitudes prescritas, ciertas reacciones emocionales e intelectuales que vinculan de forma más o menos agradable los consumidores a los productores y, a través de éstos, a la totalidad…” “…Y a medida que estos productos útiles son asequibles a más individuos en más clases sociales, el adoctrinamiento que llevan a cabo deja de ser publicidad: se convierten en modo de vida…”[5]. Y quien se encuentre por fuera de alguna de las preferencias del común de la gente, es incomprendido por “raro”. Creo que esto resume rotundamente lo que sucede con el consumo como fuerza dominante del control social, aplicable a muchos productos, pero notoriamente reflejado en el fenómeno que se ha provocado en torno a la telefonía celular en los últimos años.

Figurar en bases de datos y diferentes registros, por otra parte, significa además estar sujeto a ser el “blanco” de la publicidad forzada como potencial cliente a través del teléfono o del correo electrónico. Lo que se logra con esto es que otro de los objetivos de la sociedad actual quede cumplido: tratar de vender y consumir todo cuanto sea posible y a través de todos los medios con los que se pueda contar.

Del mismo modo Anthony Giddens[6] ve al control estatal como enraizado en cuatro aspectos esenciales. En primer lugar la existencia de un estado-vigilancia que implica la acumulación y almacenamiento de información acerca de la población como por ejemplo nacimientos y defunciones, salud, matrimonios, etc. o el monitoreo directo o indirecto de instituciones (empresas, cárceles), grupos (religiosos, sin fines de lucro, políticos) e individuos. Además la creación de un grupo de individuos dedicado al funcionamiento del estado, que no esté directamente involucrado con la producción y que no haga uso de los recursos del estado para ganancia personal. También resalta la habilidad de influenciar a la gente ideológicamente a través de la escolarización y los medios masivos de comunicación. Por último, el desarrollo del poder militar, que directa o indirectamente respalde las estructuras administrativas y legales existentes a través de la amenaza del uso de la violencia.

En el mismo sentido es interesante tener en cuenta a la vigilancia como generadora de poder en sí misma. Está claro que no debe ser considerada únicamente como un reflejo del capitalismo “industrial”, a través del control de los trabajadores fabriles o del estado-nación con el registro de fichas administrativas de los ciudadanos. La vigilancia como productora de poder puede resumirse, en la actualidad, desde la llamada sociedad de la información, en la imagen foucaultiana del panóptico como ejemplo de vigilancia electrónica. Podría sostenerse que una vez que determinada información referente a cada uno de nosotros ingresa en una base de datos informática quedamos a merced de un sistema de dominación desde el cual somos observados, y que poco puede hacerse ante semejante poder omnicomprensivo. Reside en esta idea un modelo de poder más allá de lo militar, de las torturas y de cualquier forma de castigo e implica una disciplina normalizadora, con una visibilidad extrema de los sujetos y la imposibilidad de verificar desde dónde y a partir de quién o de qué se es observado. Atrás quedaron los controles y constricciones impuestas por la fuerza. En las sociedades modernas los castigos públicos ejemplificadotes de antaño han sido reemplazados por prácticas disciplinarias que van desde el entrenamiento militar hasta el uso de guardapolvo escolar, garantizando así el control social.

Una de las prácticas más habituales de ese control en nuestra sociedad es la manera en que se disciplina a las mujeres para actuar de modo “femenino” en un mundo regido por hombres. Tanto el punto de vista del feminismo como el análisis hecho por Foucault al respecto, identifican al cuerpo como lugar de poder, es decir, como el sitio de dominación a través del cual se consuma la docilidad y se constituye la subjetividad.[7] Y en esta acción “modeladora” los medios de comunicación social, en particular la publicidad, con su “ritualización de la feminidad”[8] juegan un rol esencial. En los anuncios generalmente vemos retratada a una mujer que no sólo tiene cuidado en su exposición ante los hombres, sino también ante la mirada de otras mujeres. Mediante estas ideas-fuerza se instalan y perpetúan determinados estereotipos que garantizan el “normal” funcionamiento del sistema. Se refuerza, de este modo, la postura hegemónica a través de mecanismos de consenso y adoctrinamiento pasivo, es decir, por medio del consenso, no de la coerción. Esto permite la internalización de ciertas normas como corrientes a partir la producción de modelos y fotógrafos que “no tiene nada de extraordinario a los ojos de quienes los miran, sino que es algo naturalísimo”. Y forma parte del complejo entramado de relaciones sociales que se establecen, el modo en que miramos a los otros, y el modo en que no miramos y definimos a nosotros mismos.

Por último, quisiera rescatar algo vivenciado durante el proceso de producción y escritura de éstas líneas. Tiene que ver con los tres puntos planteados desde el comienzo: información, vigilancia y control social. Esta semana se premió desde una publicación de espectáculos perteneciente al mayor grupo multimedia de Argentina al actor Diego Capusotto y su programa “Peter Capusotto y sus videos”. Si bien este programa se transmite por un canal de televisión abierta, es muy claro que se trata de una producción de bajo presupuesto y, aunque de cierta popularidad, con una temática crítica y un lenguaje cómico alternativo. En cuanto a su protagonista, es un artista proveniente de sectores del arte poco convencional, que ha hecho de la sátira a personajes y hechos de nuestra sociedad una carrera. Mientras daba forma a mi trabajo, este suceso “se metió” de algún modo en la discusión que yo pretendía llevar a cabo y me hizo pensar en cómo, una obra de “los márgenes” puede ser cooptada por el sistema a partir de algo tan halagador como un premio. Me preguntaba si este no es un modo de disciplinar a ciertos sectores, procurando, si se quiere, vaciarlos de contenido, a través de su “institucionalización” e incorporación con el resto de los entretenimientos del establishment. En realidad se trata del vacío de ciertos significantes con fines políticos[9]. Algo que también podemos observar en fenómenos como la proliferación de imágenes del paradigmático líder revolucionario Ernesto “Che” Guevara, convertido en remera, mochila y tapa de carpeta escolar. O el haber transformado en moda la utilización de “dreadlocks”, peinado de la cultura rastafari (y con orígenes aún más remotos en pueblos del África) originalmente nacido como modo de reacción al sistema. Otro paradigma de la contracultura, en este caso proveniente del punk, es el uso de alfileres y tachas que representaban la pertenencia a un sector marginal de la sociedad británica. En la actualidad son vendidos en bonitos locales en los centros comerciales más importantes. Todas estas manifestaciones de ciertos “márgenes” de la sociedad desde los cuales se ejerce una resistencia a las imposiciones del sistema, terminan muchas veces formando parte de la oferta del consumo, con una aparente libertad de elegir, en donde “…La amplitud de la selección abierta a un individuo no es factor decisivo para determinar el grado de libertad humana, pero sí lo es lo que se puede escoger y lo que es escogido por el individuo. El criterio para la selección no puede nunca ser absoluto, pero tampoco es del todo relativo. La libre elección de amos no suprime ni a los amos ni a los esclavos. Escoger libremente entre una amplia variedad de bienes y servicios no significa libertad si estos bienes y servicios sostienen controles sociales sobre una vida de esfuerzo y de temor, es decir, si sostienen la alienación”. Una de las tantas paradojas que encierran los temas de la información, vigilancia y control social podría resumirse en la frase cada vez más repetida en los lugares de nuestro hacer cotidiano, al amparo de la proliferación de cámaras de seguridad: Sonría, lo estamos filmando.



[1] Jean Marc Manach Los resistentes de la informática-Hackers en Le Mondé Diplomatique – Edición Cono Sur, Set 2008.

[2] *Foucault, Michel; "Nuevo orden interior y control social" en Saber y verdad; La Piqueta, Madrid, 1995.

[3] Clifford Shearing y Philip Stenning. “From the Panopticon to Disneyworld: the development of Discipline”, en A. Doob y E. L. Greenspan (eds):

[4] Orwell, George. 1984, Bs. As., Destino, 2001 [1948]

[5] Marcuse, Herbert. Las nuevas formas de control Cap I, en En: El hombre unidimensional. Ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada, Barcelona, Planeta, 1993 [1954]*.

[6] Giddens, Anthony. The Nation-State and Violence Cambridge: Polity/Blackwell, 1985

[7] Diamond, I. & Quinby, L. (eds)Feminism & Foucault: Reflections on Resistance (1988)

[8]Goffman, Erving, “La ritualización de la femineidad”. En: Winkin, Yves (Comp.), Los mome[1][2][3][4] Orwell, George. 1984, Bs. As., Destino, 2001 [1948][5][6] Giddens, Anthony. The Nation-State and Violence Cambridge: Polity/Blackwell,1985[7][8]Goffman, Erving, “La ritualización de la femineidad”. En: Winkin, Yves (Comp.), Los ntos y los hombres, Barcelona, Paidós, 1991.

[9] Laclau, Ernesto. ¿Por qué los significantes vacíos son importantes para la política? en Emancipación y diferencia, Ariel, Buenos Aires 1996.

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