Mientras leía pensaba que éste, como otros de los cuentos irlandeses, puede leerse como un narración independiente, pero que se disfruta mucho más si uno ya tuvo la experiencia de haber entrado en el mundo de Walsh. Que a su vez contiene varios mundos, éste en particular es el de la vida del internado católico para irlandeses en el que alguna vez estuvo el autor. Así que, en parte, es autobiográfico. Pero Walsh juega con nosotros los lectores, siembra pistas falsas al comienzo al relatar ese día de júbilo para los chicos del internado, cuando reciben la visita de las benefactoras de
Me identifiqué (salvando todos los abismos entre su escritura y la mía) con Walsh en su elección de narrar siendo hombre desde la óptica del niño, tarea que “procuré” (espero haberlo logrado) en mi narración de una imagen onírica.
En comparación con “Fotos”, se advierte una mayor linealidad en el modo que eligió escribir, más al estilo del cuento tradicional. Aunque hace gala de algunos recursos como por ejemplo cuando cita los dichos del obispo y lo interrumpe (utilizando simplemente una coma) y queda inmersa en las descripciones de la situación: “-Bueno, muchachos –dijo-, me alegra comprobar que tienen estómagos tan capaces, y solamente espero que no sea necesario usar la sal inglesa que guardamos en la enfermería,
detonando una enorme explosión de risa
-cosa que sería de mal gusto,
renovada en círculos de incontrolable camaradería, espasmódicos movimientos de pura alegría física que arrancaron lágrimas a los ojos de los más emocionados.” A lo que me refiero es a ese “ir y venir” que muestra con lo que dice el anciano y los comentarios de la escena que él intercala.
El lenguaje ingenioso está al servicio de narrar las imágenes más íntimamente comprometidas, haciendo que no resulten desagradables. Como cuando describe esa especie de “masturbación colectiva” dedicada a las damas, toda la escena está apenas sugerida y sin embargo es muy clara. Aunque también hace uso de metáforas de una gran belleza para describir las cosas más simples, como una jugada en el partido de fútbol o cuando habla del prelado Usher y dice: “dicho lo cual viró con la majestad de un viejo galeón y se fue viento en popa…”, utilizando el lenguaje marino para un simple movimiento de un personaje. A lo largo de toda la narración menciona al colectivo de los internados como “el pueblo” Con dureza presenta las dos caras de ese internado, entre la gente destinada a los “oficios divinos” y los chicos con sus “oficios terrestres”: la buena vida de los sacerdotes al hablar de “las manos anilladas y manicuradas sobre el vasto vientre” de uno de ellos, y la durísima realidad de los muchachos del internado, patentizada en la descripción del estado de las manos de Dashwood “Y ahora Dashwood sintió desgarrarse lentamente, como una tela podrida, la piel de los dedos atacados de sabañones que ni el agua caliente en la enfermería ni el jugo de cáscara de mandarina en los rituales secretos de la comunidad habían podido curar”. Serían innumerables las imágenes, pero quiero destacar un último juego cuando dice que el Gato comienza a silbar la marcha de San Lorenzo e inicia el párrafo siguiente diciendo: “Tras los muros del histórico colegio…” en clara alusión a una de sus estrofas aquí parafraseada.
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