miércoles, 16 de noviembre de 2011
León ruge fuerte y claro
jueves, 27 de enero de 2011
Victor Hugo con Evo Morales: imperdible
domingo, 1 de noviembre de 2009
miércoles, 28 de octubre de 2009
Movimientos Sociales
Este centro comunitario se encuentra en el corazón del colorido e histórico barrio de La Boca. Una vez allí uno se enfrenta con la primera paradoja: el Comedor Los Pibes no es un “comedor” en sentido estricto. El nombre data de1996 cuando pintaron una sábana para identificar el merendero donde se daba la leche los sábados, domingos y feriados (que eran los días que los chicos no tenían el comedor de las escuelas) al piberío del barrio. Así empezó la vida de este grupo desde lo iconográfico, en una sábana a la que luego se le agregó la bandera argentina. En 2001 se incorpora la tacuara, en lo que ellos consideran un salto cualitativo para pelear un modelo de país. Hoy, ocho años después, el emblema que los representa tiene una frase contundente: organización social y política.
La prehistoria del centro comunitario se remonta a principios de los noventa, con la ocupación del predio de la ex Bodegas Giol (Palermo), por entonces una cáscara vacía como resultado del proyecto neoliberal. Hubo una ocupación espontánea y pacífica entre el noventa y el noventa y uno. En ese mismo año comenzaron los primeros conflictos y recibieron cédulas judiciales de desalojo. Surge así la necesidad de organizarse para luchar por una vivienda digna. El grupo proponía un plan de vivienda, necesidad urgente para cientos de familias dispuestas a trabajar por eso y que no pretendían recibir una dádiva del estado. Pero en 1994 un violento mega operativo de desalojo, digno de la búsqueda de un grupo comando de delincuentes peligrosos, expulsa del lugar a ciento noventa y seis familias, de las cuales ochenta se reagruparon en la sede del Servicio de Paz y Justicia hasta que luego algunos recalaron en La Boca.
La historia del comedor Los Pibes siguió al ritmo de los sucesos de nuestro país, así es que en 1995 el problema más acuciante no era la vivienda sino el alimento, con un alto nivel de desocupación y miseria. Rearmaron una nueva herramienta de lucha, esta vez para combatir el hambre. Sin ayuda estatal ni partidaria, la base de la organización era comunitaria, con gente proveniente de la militancia social. Los que se lograron reagrupar quedaron en La Boca y se empezó con la idea del comedor principalmente para los pibes. Comenzaron con una donación de cuatro cajas de leche, excedente de un jardín maternal, y luego consiguieron el cacao y el azúcar. A una semana de iniciar el merendero, se triplicó la cantidad de chicos. Una de las consignas del Comedor Los Pibes es partir de la pelea por lo urgente con la permanente preocupación de no caer en el asistencialismo. De este germen surge y se construye lo que era una deuda pendiente: la cooperativa, esta vez no sólo de vivienda sino también de trabajo.
Todo el peregrinaje que partió en los noventa de una fábrica vacía, los trajo a esta realidad de hoy en que lejos de sentir que están en el punto de llegada, todos los días son un comienzo con fuerzas renovadas. En Suárez al cuatrocientos, donde tienen un lugar ganado luego de muchos años de persistencia, la actividad cotidiana es muy intensa. En la recorrida del lugar de la mano de Lito Borello, coordinador general del Comedor y dirigente social desde sus comienzos, se puede ver cristalizado parte del esfuerzo de gente humilde que, con gran orgullo muestra los logros de hoy. En el edificio que primero alquilaron y del que ahora son propietarios, funciona un taller textil y serigráfico, una panadería y una cocina donde se preparan viandas para dar respuesta a la necesidad de algunos padres que pueden así llevar el alimento a sus casas, sin necesidad de concurrir a un lugar en donde se pierde la reunión en la mesa familiar. También hay una biblioteca popular con una imagen del periodista y escritor Rodolfo Walsh que da la bienvenida a los concurrentes. Y cerca de allí, en Lamadrid y Ministro Brin, la Cooperativa de Vivienda Los Pibes (COVILPI) lleva adelante el tan anhelado proyecto de un hogar digno para treinta y tres familias. En la Casa de Encuentro Martín "Oso" Cisneros con el espacio "Arte para la Transformación " se pretende brindar a los pibes del barrio “una esquina de cultura, de proyectos, de vida”. Esta casa está en el predio lindero a la Cooperativa de Vivienda del centro comunitario, de la cual Martín fuera el primer presidente. Cisneros fue asesinado en su casa de Olavarría al 200, en La Boca, el 25 de junio de 2004, mientras se conmemoraba el segundo aniversario del crimen de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.
Con la apretada síntesis de la descripción de los catorce años de vida del Comedor Los Pibes, y tal vez con la dilucidación de la paradoja planteada al comienzo, algunas cosas quedan claras a través de los propios testimonios de la gente del lugar. Se consideran la nueva columna vertebral del movimiento popular, nuevo sujeto que emerge de la política neoliberal, con un “sujeto pueblo” trastocado a partir de entonces. A raíz de esto, muchas organizaciones sociales con su trabajo dan a luz a la corriente “territorial” o “barrial”, con origen en el movimiento villero de los setenta. Lo hacen con proyección nacional y lazos continentales, ya que además forman una red con Bolivia, Venezuela y otros países de Latinoamérica. Apoyan el que ellos llaman nuevo proceso emancipador en América Latina. "En el barrio de La Boca, Me dijeron que escucharon, Que dijeron los que escuchan, Que se ha dicho demasiado", son las estrofas de una canción de Pedro Conde, canta autor popular de La Boca, que resume en parte el sentimiento y la intención del Comedor Los Pibes.
viernes, 12 de diciembre de 2008
Información, vigilancia y control social
Nuestro amo juega al esclavo
De esta tierra que es una herida
Que se abre todos los días
A pura muerte, a todo gramo.
Violencia es mentir.
Carlos Solari (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota)
Información, vigilancia y control social han sido y son grandes preocupaciones en el ámbito de la sociología y la comunicación. Y con el advenimiento de las nuevas tecnologías que han revolucionado al mundo, además, son protagonistas de algunas cuestiones que podríamos catalogar de paradójicas.
En un artículo de Le Mondé de septiembre de este año[1], Jean Marc Manach cuenta cómo, hasta los mismísimos hackers, otrora paradigma de ideales contraculturales y libertarios (por eso sus ingeniosas intervenciones en encriptados sistemas que ellos conseguían vulnerar, sólo por el placer de hacerlo) no escaparon a la vigilancia y el control. Es que, según relata en su nota el mencionado periodista francés, el primer grupo de hackers organizado de ese país, el CHaos Computer Club, en verdad había sido secretamente creado por
Podemos comprobar a cada paso en nuestro diario devenir cómo vigilancia y control social se encuentran estrechamente ligados. Claro está que la “sociedad de la vigilancia” es anterior a la instalación de las nuevas tecnologías, con el registro de datos por parte de organizaciones burocráticas y empresas. Pero su consolidación a través de la técnica es cada vez más notable y, sobre todo, es interesante pensar que la vigilancia de la que hablamos no es únicamente una cuestión de burocracia, sino que tiene una relación directa con la adaptación al control social vigente. Existe en gran parte de la población una especie de “naturalización” de los controles, tanto, que a veces no los sentimos como tales. Minuciosas recopilaciones de referencias a nuestras vidas se recogen, almacenan y procesan en bases de datos informáticas pertenecientes a grandes compañías y departamentos de gobierno. Tal vez porque esos mismos sistemas que nos vigilan son los encargados de garantizar pagos o beneficios sociales, de contener el terrorismo y el narcotráfico, de que podamos votar en las elecciones, etc. es que hay una falta de resistencia y hasta una total aceptación de la vigilancia. Un amplio sector de la población de las sociedades modernas consideran que todo lo mencionado forma parte de logros que contribuyen de modo positivo a la calidad de vida. Para el funcionamiento de lo que Foucault denomina nuevo orden interior es fundamental la constitución de un consenso. La idea es que esa anuencia se logre a través de controles, coerciones e incitaciones a través de los medios de comunicación masiva sin que sea necesaria una intervención directa de las formas de poder institucionalizadas, para evitar el desgaste y ahorrar recursos. Esto resulta en una “autorregulación” que logra que el orden social se autoengendre, se reproduzca y se autovigile, con un supuesto repliegue del poder que en realidad no es tal. Algunos analistas consideran que “la fuerza dominante del control social” es el consumo[3]. Tanto en la obra Un mundo feliz de Aldoux Huxley como en el filme Equilibrium dirigido por Kurt Wimmer se trata de lograr seres conformes al sistema a través de una droga, en lugar de procurar su sumisión como con la orweliana figura del Gran Hermano[4]. Según el análisis de Shearing y Stenning, y en paralelo a estos metafóricos ejemplos de la literatura y el cine, en la sociedad de hoy se intenta el consentimiento y sometimiento al control social por medio de “los placeres del consumo de los bienes que el poder corporativo puede ofrecer”. Resulta curioso cómo reaccionan algunas personas ante la simple decisión de algún ciudadano de la sociedad de consumo de no tener, por ejemplo, teléfono celular. Para entender este punto, resulta esclarecedor el pensamiento de Herbert Marcuse, para quien “…la cultura industrial avanzada es, en un sentido específico, más ideológica que su predecesora, en tanto que la ideología se encuentra hoy en el propio proceso de producción…” “…el irresistible rendimiento de la industria de las diversiones y de la información llevan consigo hábitos y actitudes prescritas, ciertas reacciones emocionales e intelectuales que vinculan de forma más o menos agradable los consumidores a los productores y, a través de éstos, a la totalidad…” “…Y a medida que estos productos útiles son asequibles a más individuos en más clases sociales, el adoctrinamiento que llevan a cabo deja de ser publicidad: se convierten en modo de vida…”[5]. Y quien se encuentre por fuera de alguna de las preferencias del común de la gente, es incomprendido por “raro”. Creo que esto resume rotundamente lo que sucede con el consumo como fuerza dominante del control social, aplicable a muchos productos, pero notoriamente reflejado en el fenómeno que se ha provocado en torno a la telefonía celular en los últimos años.
Figurar en bases de datos y diferentes registros, por otra parte, significa además estar sujeto a ser el “blanco” de la publicidad forzada como potencial cliente a través del teléfono o del correo electrónico. Lo que se logra con esto es que otro de los objetivos de la sociedad actual quede cumplido: tratar de vender y consumir todo cuanto sea posible y a través de todos los medios con los que se pueda contar.
Del mismo modo Anthony Giddens[6] ve al control estatal como enraizado en cuatro aspectos esenciales. En primer lugar la existencia de un estado-vigilancia que implica la acumulación y almacenamiento de información acerca de la población como por ejemplo nacimientos y defunciones, salud, matrimonios, etc. o el monitoreo directo o indirecto de instituciones (empresas, cárceles), grupos (religiosos, sin fines de lucro, políticos) e individuos. Además la creación de un grupo de individuos dedicado al funcionamiento del estado, que no esté directamente involucrado con la producción y que no haga uso de los recursos del estado para ganancia personal. También resalta la habilidad de influenciar a la gente ideológicamente a través de la escolarización y los medios masivos de comunicación. Por último, el desarrollo del poder militar, que directa o indirectamente respalde las estructuras administrativas y legales existentes a través de la amenaza del uso de la violencia.
En el mismo sentido es interesante tener en cuenta a la vigilancia como generadora de poder en sí misma. Está claro que no debe ser considerada únicamente como un reflejo del capitalismo “industrial”, a través del control de los trabajadores fabriles o del estado-nación con el registro de fichas administrativas de los ciudadanos. La vigilancia como productora de poder puede resumirse, en la actualidad, desde la llamada sociedad de la información, en la imagen foucaultiana del panóptico como ejemplo de vigilancia electrónica. Podría sostenerse que una vez que determinada información referente a cada uno de nosotros ingresa en una base de datos informática quedamos a merced de un sistema de dominación desde el cual somos observados, y que poco puede hacerse ante semejante poder omnicomprensivo. Reside en esta idea un modelo de poder más allá de lo militar, de las torturas y de cualquier forma de castigo e implica una disciplina normalizadora, con una visibilidad extrema de los sujetos y la imposibilidad de verificar desde dónde y a partir de quién o de qué se es observado. Atrás quedaron los controles y constricciones impuestas por la fuerza. En las sociedades modernas los castigos públicos ejemplificadotes de antaño han sido reemplazados por prácticas disciplinarias que van desde el entrenamiento militar hasta el uso de guardapolvo escolar, garantizando así el control social.
Una de las prácticas más habituales de ese control en nuestra sociedad es la manera en que se disciplina a las mujeres para actuar de modo “femenino” en un mundo regido por hombres. Tanto el punto de vista del feminismo como el análisis hecho por Foucault al respecto, identifican al cuerpo como lugar de poder, es decir, como el sitio de dominación a través del cual se consuma la docilidad y se constituye la subjetividad.[7] Y en esta acción “modeladora” los medios de comunicación social, en particular la publicidad, con su “ritualización de la feminidad”[8] juegan un rol esencial. En los anuncios generalmente vemos retratada a una mujer que no sólo tiene cuidado en su exposición ante los hombres, sino también ante la mirada de otras mujeres. Mediante estas ideas-fuerza se instalan y perpetúan determinados estereotipos que garantizan el “normal” funcionamiento del sistema. Se refuerza, de este modo, la postura hegemónica a través de mecanismos de consenso y adoctrinamiento pasivo, es decir, por medio del consenso, no de la coerción. Esto permite la internalización de ciertas normas como corrientes a partir la producción de modelos y fotógrafos que “no tiene nada de extraordinario a los ojos de quienes los miran, sino que es algo naturalísimo”. Y forma parte del complejo entramado de relaciones sociales que se establecen, el modo en que miramos a los otros, y el modo en que no miramos y definimos a nosotros mismos.
Por último, quisiera rescatar algo vivenciado durante el proceso de producción y escritura de éstas líneas. Tiene que ver con los tres puntos planteados desde el comienzo: información, vigilancia y control social. Esta semana se premió desde una publicación de espectáculos perteneciente al mayor grupo multimedia de Argentina al actor Diego Capusotto y su programa “Peter Capusotto y sus videos”. Si bien este programa se transmite por un canal de televisión abierta, es muy claro que se trata de una producción de bajo presupuesto y, aunque de cierta popularidad, con una temática crítica y un lenguaje cómico alternativo. En cuanto a su protagonista, es un artista proveniente de sectores del arte poco convencional, que ha hecho de la sátira a personajes y hechos de nuestra sociedad una carrera. Mientras daba forma a mi trabajo, este suceso “se metió” de algún modo en la discusión que yo pretendía llevar a cabo y me hizo pensar en cómo, una obra de “los márgenes” puede ser cooptada por el sistema a partir de algo tan halagador como un premio. Me preguntaba si este no es un modo de disciplinar a ciertos sectores, procurando, si se quiere, vaciarlos de contenido, a través de su “institucionalización” e incorporación con el resto de los entretenimientos del establishment. En realidad se trata del vacío de ciertos significantes con fines políticos[9]. Algo que también podemos observar en fenómenos como la proliferación de imágenes del paradigmático líder revolucionario Ernesto “Che” Guevara, convertido en remera, mochila y tapa de carpeta escolar. O el haber transformado en moda la utilización de “dreadlocks”, peinado de la cultura rastafari (y con orígenes aún más remotos en pueblos del África) originalmente nacido como modo de reacción al sistema. Otro paradigma de la contracultura, en este caso proveniente del punk, es el uso de alfileres y tachas que representaban la pertenencia a un sector marginal de la sociedad británica. En la actualidad son vendidos en bonitos locales en los centros comerciales más importantes. Todas estas manifestaciones de ciertos “márgenes” de la sociedad desde los cuales se ejerce una resistencia a las imposiciones del sistema, terminan muchas veces formando parte de la oferta del consumo, con una aparente libertad de elegir, en donde “…La amplitud de la selección abierta a un individuo no es factor decisivo para determinar el grado de libertad humana, pero sí lo es lo que se puede escoger y lo que es escogido por el individuo. El criterio para la selección no puede nunca ser absoluto, pero tampoco es del todo relativo. La libre elección de amos no suprime ni a los amos ni a los esclavos. Escoger libremente entre una amplia variedad de bienes y servicios no significa libertad si estos bienes y servicios sostienen controles sociales sobre una vida de esfuerzo y de temor, es decir, si sostienen la alienación”. Una de las tantas paradojas que encierran los temas de la información, vigilancia y control social podría resumirse en la frase cada vez más repetida en los lugares de nuestro hacer cotidiano, al amparo de la proliferación de cámaras de seguridad: Sonría, lo estamos filmando.
[1] Jean Marc Manach Los resistentes de la informática-Hackers en Le Mondé Diplomatique – Edición Cono Sur, Set 2008.
[2] *Foucault, Michel; "Nuevo orden interior y control social" en Saber y verdad;
[3] Clifford Shearing y Philip Stenning. “From the Panopticon to
[4] Orwell, George. 1984, Bs. As., Destino, 2001 [1948]
[5] Marcuse, Herbert. Las nuevas formas de control Cap I, en En: El hombre unidimensional. Ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada, Barcelona, Planeta, 1993 [1954]*.
[6] Giddens, Anthony. The Nation-State and Violence
[7] Diamond, I. & Quinby, L. (eds)Feminism & Foucault: Reflections on Resistance (1988)
[8]Goffman, Erving, “La ritualización de la femineidad”. En: Winkin, Yves (Comp.), Los mome[1][2][3][4] Orwell, George. 1984, Bs. As., Destino, 2001 [1948][5][6] Giddens, Anthony. The Nation-State and Violence
[9] Laclau, Ernesto. ¿Por qué los significantes vacíos son importantes para la política? en Emancipación y diferencia, Ariel, Buenos Aires 1996.
viernes, 27 de junio de 2008
ENSAYO: Cómo llegar a hacerse escritor y no morir en el intento
Una de las cuestiones centrales en este camino es la experiencia de vida, qué se vive y cómo. Pero por sobre todo qué observación se hace de esa experiencia. Claro que no hay reglas en esto. En el caso del escritor Raymond Carver, él sintió en un momento dado que su vida, llena de las pequeñeces cotidianas de ser padre y hacer las tareas diarias, era muy distinta de la imagen que él tenía de los escritores: “En ese momento sentí –supe- que la vida que llevaba era muy diferente a las vidas de quienes más admiraba. Entendía que los escritores no eran personas que pasaran sus sábados en la lavandería y todos los momentos de vigilia sujetos a las necesidades y caprichos de sus hijos” [1]. Tal vez su apreciación de lo que era un escritor estaba viciada por una imagen más bien idílica, y seguramente algunos viven el proceso de dedicar “su vida” a la escritura como algo tortuoso. La prueba está en que luego lo hizo. Bien distinto es el caso de Truman Capote, a quien parecía no importarle nada cómo era la vida de los demás, sino que gestó su propio camino, muy temprano y casi sin darse cuenta: “Empecé a escribir cuando tenía ocho años: de improviso, sin inspirarme en ejemplo alguno. No conocía a nadie que escribiese y a poca gente que leyese. Pero el caso era que sólo me interesaban cuatro cosas: leer libros, ir al cine, bailar zapateado y hacer dibujos.” [2] Capote fue más allá de la academia, y maravilla comprobar que el temprano camino que eligió fue por cierto íntimo y solitario. Llegó al punto de descuidar sus tareas escolares en favor de la literatura que tanto lo perturbaba: “En realidad, jamás hice los ejercicios del colegio. Mis tareas literarias me tenían enteramente ocupado: el aprendizaje en el altar de la técnica, de la destreza; las diabólicas complejidades de dividir los párrafos, la puntuación, el empleo del diálogo…”. Lo del autor de A sangre fría es verdaderamente un caso extremo, ya que sentía que su vocación en cierto modo lo esclavizaba, revelando a la vez un goce y una tortura: “Entonces, un día comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo. Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse.” Evidentemente, la manera en la que él nació como escritor es hija de una obsesión. Esta idea de sentir la irrefrenable necesidad de escribir siempre me pareció lejana y ajena. Y fue causal de una íntima indagación para saber si realmente me interesaba dedicarme a la escritura, ya que siempre disfruté de hacerlo pero no como práctica compulsiva. Y pude comprobar con regocijo, que aún algunos de mis más admirados escritores llegaron a esa tarea de un modo mucho más natural y menos obsesivo. Tal el caso de Rodolfo Walsh: “Mi vocación se despertó tempranamente: a los ocho años decidí ser aviador. Por una de esas confusiones, el que la cumplió fue mi hermano. Supongo que a partir de ahí me quedé sin vocación y tuve muchos oficios. El más espectacular: limpiador de ventanas; el más humillante: lavacopas; el más burgués: comerciante de antigüedades; el más secreto: criptógrafo en Cuba.” (…) “En 1964 decidí que de todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía. Pero no veo en eso una determinación mística. En realidad, he sido traído y llevado por los tiempos; podría haber sido cualquier cosa, aun ahora hay momentos en que me siento disponible para cualquier aventura, para empezar de nuevo, como tantas veces.”[3]
Muchos han llegado al mundo de la literatura a través del periodismo y llevados por una necesidad económica. Sucede que en otros tiempos, entrar en medios de prensa no se hacía tan difícil y podía representar un ingreso digno. Esto no significa que todo aquel que trabajase en una publicación entrara en la literatura, pero hay casos paradigmáticos que han hecho recorridos muy interesantes. Sólo por nombrar dos escritores del Río de
Pero volviendo a Capote y Walsh, la relación prensa-literatura se dio de modo diferente en cada uno. Para el primero, la escritura periodística no representaba (o al menos no lo era centralmente) su sustento, sino otra de sus obsesiones. Así lo describió él mismo: “Durante varios años me sentí cada vez más atraído hacia el periodismo como forma artística en sí misma (…) el periodismo como arte era un campo casi virgen, por la sencilla razón de que muy pocos artistas literarios han escrito alguna vez periodismo narrativo, y cuando lo han hecho, ha cobrado la forma de ensayos de viaje o de autobiografías”[4]. Algo que los unió sin saber, fue que ambos exploraron más allá de los límites de la academia y lograron algo único uniendo periodismo y literatura para siempre. En Estados Unidos, Capote, Mailer y Wolfe comenzaron con el denominado Nuevo Periodismo. Este inicio estadounidense tiene que ver con la proyección internacional de los escritores en ese país, pero en realidad ocho años antes de la aparición de A sangre fría (obra paradigmática de la no ficción, 1966), Rodolfo Walsh ya había publicado Operación Masacre en Buenos Aires en 1958.[5] En este “hacerse escritor”, estos fabulosos innovadores, parieron obras que cambiarían para siempre el rumbo de la literatura universal. Sobre esto, Capote diría:”…quería realizar una novela periodística, algo a gran escala que tuviera la credibilidad de los hechos, la inmediatez del cine, la hondura y libertad de la prosa, y la precisión de la poesía. No fue hasta 1959 cuando algún misterioso instinto me orientó hacia el tema —un oscuro caso de asesinato en una apartada zona de Kansas—, y no fue hasta 1966 cuando pude publicar el resultado, A sangre fría”.
En cuanto a Walsh, tanto el periodismo como su tarea de cuentista, fueron sufriendo un proceso de lenta metamorfosis y se convirtieron en una militancia y un modo de vivir. En referencia a su serie de cuentos Irlandeses, señaló:”…hay una evolución en los cuentos; aquí, en este cuento (se refiere a Un oscuro día de justicia) se empieza a hablar del pueblo y de sus expectativas de salvación representadas por un héroe, (…) creo que la clave de la iluminación, de la comprensión sobre la relación política de este caso entre el pueblo, por un lado, y sus héroes, por el otro, está en el final, cuando dice “...mientras Malcolm se doblaba tras una mueca de sorpresa y de dolor, el pueblo aprendió...”, y después, más adelante, (…) cuando dice “...el pueblo aprendió que estaba solo y que debía pelear por sí mismo y que de su propia entraña sacaría los medios, el silencio, la astucia y la fuerza...”. Creo que ese es el pronunciamiento más político de toda la serie de los cuentos y muy aplicable a situaciones muy concretas nuestras: concretamente al peronismo e inclusive a las expectativas revolucionarias que aquí se despertaban o se despertaron con respecto a los héroes revolucionarios, inclusive con respecto al Che Guevara, que murió en esos días…”. [6] En la evolución de Walsh, en su tránsito para convertirse en el escritor que muchos admiramos, Operación Masacre significó un quiebre, marcó un antes y un después no solamente en el panorama literario (inaugurando la “no ficción”) sino en su propia vida, que es un poco lo que pretendo rescatar en este trabajo. Con respecto a esto dijo: “Operación masacre cambió mi vida. Haciéndola descubrí que, además de mis perplejidades íntimas, existía un amenazante mundo exterior”. Su vida de escritor, signada por una toma de conciencia, no se trataba de un simple medio de sustento económico ni un sitio en el mundo del arte, era mucho más que eso, como lo revelan sus propias palabras:”…hasta que te das cuenta de que tenés un arma: la máquina de escribir. Según cómo la manejás es un abanico o es una pistola…” [7] . No existía en él la obsesión de Capote, su transformación estaba alejada de complejidades formales, era mucho más natural. Rescato esta idea en las palabras de uno de sus colegas, Rogelio García Lupo: “Walsh no podía escribir de otra manera que como lo hizo siempre, extraordinariamente bien, pero no redactó sus artículos de prensa pensando que estaba labrando una obra literaria”.[8]
Originalmente el hecho de escribir consistía más en copiar, transcribir y crear documentos con fines primordialmente económicos, legales y de registro, con la necesidad de mantener el mito en algo más tangible que la propia voz de los receptores y/o transmisores. Hoy, sin embargo, el oficio ha adquirido tanto prestigio ya que se vincula directamente con la autoría, con la creación, con el dominio de las ideas. Decidirse a escribir es meterse en un espacio peligroso, porque se entra en un oscuro túnel sin final, porque jamás se llega a la dicha plena, nunca se llega a escribir la obra perfecta o genial, y eso produce una gran desazón. No es obligación estudiar una carrera para ser escritor, y no se necesita tener una formación académica o una licenciatura para ejercer tal o cual rama de la escritura. Misterio y soledad son dos componentes comunes en el “hacerse escritor” de muchos, consagrados o anónimos.
[1] Carver, Raymond. La vida de mi padre-Cinco ensayos y una meditación. Fuegos (pág. 66)
[2] Capote, Truman. Música para Camaleones. Prefacio (pág. 2)
[3] Walsh, Rodolfo. Rodolfo Walsh por Rodólf Fowólsh
[4] Capote, Truman. Música para Camaleones. Prefacio (pág. 3)
[5] Ana María Amar Sánchez, El género de no ficción: un campo problemático
[6] Walsh entrevistado por Ricardo Piglia. Enero de 1973
[7] Walsh entrevistado por Ricardo Piglia. Enero de 1973
[8] Rogelio García Lupo, en El violento oficio de escribir de Rodolfo Walsh, Prólogo.
jueves, 26 de junio de 2008
Diario de escritor: Ensayo
La elección en el tema para un ensayo creo que tiene que ver con alguna preocupación, algo que nos interesa y sobre lo que nos preguntamos cosas. En mi caso el germen estuvo en la nota de lector de Música para Camaleones de Capote, en donde el escritor relata, entre otras cosas, cómo fue su proceso para llegar a serlo y otras vicisitudes. Estuve dando vueltas sabiendo que de allí partiría, pero sin poder definir el tema completamente, hasta que tomó forma en clase cuando leí en voz alta mi nota de lector. En verdad me di cuenta que el tema había estado siempre ahí, solamente me faltaba “verlo desde fuera” y creo que finalmente sucedió el surgimiento cuando lo comenté para otros.
Lo más básico que me surge en la escritura del ensayo es la lectura previa y durante el proceso. Esto puede suceder escribiendo otro tipo de cosas, claro, pero siento que en el ensayo se impone. Y en realidad creo que no es caprichoso que hayamos hecho el ensayo en último término ya que hubo que “masticar mucho” durante el cuatrimestre y tanto las reflexiones como las notas de lector han desembocada casi “naturalmente” en nuestros ensayos. Elijo para mi ensayo ese tono de primera persona del que habla Flusser, estoy implicada en esto de escribir. No es casual que haya elegido Comunicación Social, en realidad con los talleres de Prensa y de Escritura vi justificada mi cursada de todos estos años. Lo que es más, la pregunta por cómo llegar a escribir también me involucra.